1628. William Harvey y la circulación de la sangre


En este año, el médico inglés William Harvey (1578-1627), discípulo de Jerónimo Fabricio (1537-1619), develó la anatomía del corazón y el modo en que la sangre circula por el cuerpo. Años atrás, entre 1242 y 1559, anatomistas de origen español, árabe e italiano, en forma independiente, habían comprendido en gran medida el mecanismo de circulación. La validez de la teoría de la circulación radicaba en la evidencia de que la sangre sale del corazón a las arterias pero no puede regresar debido a la existencia de válvulas que determinan el impulso en una sola dirección, como había demostrado Fabricio en 1603. Se sabía que la sangre retorna al corazón por las venas aunque no se conocía la conexión entre estos dos tipos de vasos sanguíneos. Sin embargo, Harvey sospechaba su existencia. Un experimento valioso realizado por Harvey fue ligar una arteria y observar cómo el extremo más cercano al corazón se llenaba de sangre. Al ligar una vena, se llenaba de sangre el extremo más alejado del corazón. También calculó el volumen de sangre que arroja el corazón en una hora: ese volumen es tres veces el peso de un hombre. Así, era imposible que la sangre se formara y saliera del corazón. Los descubrimientos de Harvey no fueron tenidos en cuenta debido a que aún estaba vigente la influyente visión de Galeno sobre el mecanismo de la circulación. El libro de Harvey, Del movimiento del corazón y de la sangre puso punto final a las ideas de Galeno. Esta obra representa el comienzo de la anatomía y la fisiología modernas, a pesar de que la escuela de medicina de esa época se reveló contra sus estudios. El descubrimiento de Harvey favoreció la concepción mecanicista de los seres vivos. El corazón podía considerarse como una bomba y la corriente sanguínea se comportaba como cualquier corriente de líquido inanimado. En 1680 se publicó un libro póstumo del fisiólogo italiano Giovanni Borelli (1608-1679), Del movimiento de los animales, en el que explicaba la acción muscular sobre una base mecánica, con la descripción de las acciones de los huesos y de los músculos en términos de un sistema de palancas. Esta propuesta también apoyaba la visión de los mecanicistas para quienes existen leyes naturales que gobiernan tanto el mundo animado como el inanimado. Esta postura era, por otra parte, contraria a la concepción vitalista de los seres vivos y tuvo muchas críticas. La dificultad radicaba en que, cuando se trataba de explicar fenómenos complejos, como el proceso de la digestión, los principios mecanicistas resultaban insuficientes. La tendencia a mecanizar el funcionamiento del cuerpo humano fue neutralizada en parte por los contemporáneos de Borelli, quienes consideraron el cuerpo humano en términos de procesos químicos. En 1653, el naturalista sueco Olof Rudbeck (1630-1702) descubrió la existencia de los vasos linfáticos en los perros. Este hecho permitía suponer que esos vasos también estaban presentes en el ser humano. De esta manera se iba completando el conocimiento sobre la circulación de sustancias en el cuerpo humano.

Véase también: cap. 36