1670. Las primeras preguntas sobre la reproducción


Una pregunta central en el siglo XVII era cómo se concebían los organismos. En esa época, la física impactó muy fuertemente en la biología. Al igual que lo que ocurrió con las máquinas, cuyo funcionamiento se describió a través de mecanismos relativamente simples y lineales, se pensó que la organización y las funciones de los seres vivos obedecían a un conjunto de estructuras que se podían analizar como partes que funcionaban coordinadamente entre sí. Este razonamiento, que constituyó el pensamiento mecanicista, fue útil y, de hecho, permitió valiosos progresos en áreas como la fisiología; la circulación sanguínea, por ejemplo, fue entendida en términos de flujos y volúmenes y la conducción del impulso nervioso se consideró análoga a la transmisión de la electricidad en los circuitos. Algunos de estos conceptos, aunque resultaron erróneos, dieron un gran impulso a las investigaciones en diferentes áreas. Sin embargo, aspectos complejos de la naturaleza de los seres vivos, como la reproducción, no se pudieron describir en estos términos. Frente a preguntas como ¿cuál es la finalidad de las "máquinas vivientes"?, ¿cómo fueron creadas?, ¿cómo se perpetúan a lo largo del tiempo?, las concepciones mecanicistas no pudieron dar una respuesta. Así, en el ámbito de la biología, perduraron las posturas vitalistas, que suponían que una "fuerza vital" operaba en los seres vivos y gobernaba la generación de los organismos. Los textos médicos del siglo XVII continuaron mostrando varias etapas de la "coagulación" del embrión a partir de la mezcla de semen materno y paterno. En realidad, muchos científicos –así como legos– creían que estas mezclas ni siquiera eran siempre necesarias. Sostenían que la vida, al menos las formas "más simples de vida", podía aparecer por generación espontánea. Era una creencia difundida que los gusanos, las moscas y varios seres que se arrastraban aparecían súbitamente a partir de sustancias pútridas, fango o cieno, y que un cabello de mujer, arrojado en un barril de agua de lluvia, podía convertirse en una serpiente. En el transcurso de esa época, Jan Baptista van Helmont (1577-1644) publicó su receta personal para la producción de ratones.

Véase también: cap. 8