1676. Un microscopio que permite observar animálculos (van Leeuwenhoek)


Durante la segunda mitad del siglo XVII, los microscopistas se encontraban abocados a la observación de las distintas partes de organismos vivientes. Un vendedor de telas holandés, Antoni van Leeuwenhoek (1632-1723), consiguió perfeccionar la técnica del pulido de lentes y, combinando diferentes lentes en cuadriláteros de oro, plata o cobre, logró construir microscopios de mayor aumento que los que había hasta entonces. Van Leeuwenhoek era un hombre meticuloso. Sabía de la existencia del microscopio y de los trabajos de Robert Hooke (1635-1701), quien con un microscopio fabricado por él mismo había notado que el corcho y otros tejidos vegetales están constituidos por pequeñas cavidades separadas por paredes –las "células"–. Van Leeuwenhoek, en un viaje que hizo a Londres en 1668, pasó horas enteras mirando lana de oveja, pelos de castor, cortes transversales de madera, las patas de un piojo con nuevas lentes. "Esto fue para mí –escribió– entre todas las maravillas que he descubierto en la naturaleza, la más maravillosa de todas". En 1676, estudiando al microscopio una muestra de agua de un charco, van Leeuwenhoek encontró organismos vivos a los que llamó "animálculos": así se abría ante sus ojos y los de los demás observadores un mundo microscópico. Gran cantidad de personas, incluso los mismos reyes, viajaban a verlo para observar las maravillas ocultas que aparecían a través de las lentes. El advenimiento de la microscopia durante el siglo XVIII mostró de esta manera un mundo microscópico de enorme diversidad pero, paradójicamente, llevó a que se reavivara con fuerza la creencia en la generación espontánea apoyada en el pasado por estudiosos como Jan van Helmont (1577-1644). La idea de la generación espontánea ya había sido rechazada por varios científicos, entre ellos Francesco Redi (1626- 1697). Así, en el caso de los "animálculos", la idea de la generación espontánea se restringía a los microorganismos simples, no a los animales visibles por todo el mundo. Aparentemente, sólo era necesario poner sustancias en descomposición en un lugar cálido durante un corto período y las minúsculas "bestias vivas" aparecían bajo la lupa ante los propios ojos. Al menos así pensaba van Leeuwenhoek. Van Leewenhoek no pertenecía al círculo de científicos y sus hallazgos fueron aceptados, aunque con cierta reticencia. Sin embargo, tenía algunos defensores y sus observaciones y experiencias fueron tan impactantes que finalmente fue aceptado como miembro de la Royal Society. Pese a que van Leewenhoek trabajó en forma independiente, sus descubrimientos no habrían tenido relevancia si no los hubiera comunicado a la Royal Society de Inglaterra.

Véanse también: caps. 1 y 2