1812. Cuvier y el catastrofismo
Aunque la revolución en geología y la concepción de que las especies no son fijas iban preparando el camino para los cambios que precederían al nacimiento de la teoría evolutiva, los tiempos aún no estaban maduros para una revolución paralela en biología. La figura que dominaba en la ciencia europea a principios del siglo XIX era Georges Cuvier (1769-1832). Cuvier fue el fundador de la paleontología de los vertebrados, el estudio científico del registro fósil de los animales con esqueleto interno, y de la anatomía comparada. Experto en anatomía y zoología, aplicó su conocimiento del modo en que los animales estaban construidos al estudio de los animales fósiles y era capaz de hacer deducciones brillantes acerca de la forma de un animal completo a partir de unos pocos fragmentos óseos. Como su contemporáneo Jean Baptiste Lamarck (1744-1829), Cuvier notó que las rocas más antiguas generalmente contenían fósiles de formas de vida más simples. Sin embargo, Cuvier no interpretó estas evidencias en el sentido de que las formas más complejas hubiesen surgido de las formas más simples por una suerte de progresión. Actualmente consideramos que la paleontología y la evolución están tan íntimamente conectadas que nos sorprende saber que Cuvier fue un influyente y firme adversario de las teorías evolutivas. A pesar de sus profundos conocimientos acerca de los seres vivos actuales y extintos, Cuvier consideraba que las especies habían sido creadas en forma simultánea por un acto sobrenatural o divino y que, una vez creadas, se mantuvieron fijas o inmutables. Esta postura que se conoce como "fijismo" era predominante en el pensamiento de los naturalistas de la época. Cuvier resumió sus conclusiones en 1812 en sus Investigaciones sobre los huesos de los cuadrúpedos fósiles, y en 1825, en el Discurso sobre las revoluciones del globo. Creía que la Tierra tenía una historia muy breve pero, a la vez, estaba impresionado por los enormes cambios que indudablemente habían ocurrido en el pasado geológico. Su trabajo dio nueva vida al antiguo concepto de "catastrofismo" según el cual una serie de revoluciones o catástrofes –movimientos de la Tierra e inundaciones– habían eliminado especies enteras de organismos y moldeado la superficie terrestre. Después de cada catástrofe, la más reciente de las cuales fuera el Diluvio, nuevas especies llenaban los lugares vacantes. El catastrofismo se sostuvo como una de las mayores doctrinas de la geología hasta que se demostró que los cambios lentos durante períodos prolongados podían explicar el modelado de la superficie de la Tierra. Otro de los principales opositores a la evolución de las especies, Louis Agassiz (1807-1873), el principal biólogo de los Estados Unidos en el siglo XIX, era más terminante. Según él, el registro fósil revelaba de cincuenta a ochenta extinciones totales, seguidas de un número igual de creaciones nuevas e independientes. En 1830, se dirigió a París a estudiar anatomía comparada con Cuvier. A pesar de que Cuvier murió seis meses después de su llegada, Agassiz siempre lo consideró su padre intelectual y por el resto de su vida defendió el catastrofismo de Cuvier. Agassiz fue profesor en Suiza por 13 años y se dedicó al estudio de los glaciares. Por sus contribuciones fue conocido como "el padre de la glaciaciología." Agassiz continuó activamente el catastrofismo de Cuvier, pero reemplazó al Diluvio Universal propuesto como causante de una de las extinciones periódicas por sus glaciares y propuso que se habían formado instantáneamente en todo el mundo. Darwin, y muchos otros después de él, aceptaron algunas de las ideas propuestas por Agassiz como testimonio de la evolución. Pero Agassiz no era evolucionista. En realidad fue el último científico de reputación en rechazar la evolución desde la publicación de El Origen de las Especies en 1859. Agassiz veía el plan divino de Dios en cada detalle de la naturaleza y no podía aceptar una teoría que no invocara un diseño predeterminado.
Véase también: cap. 17